Ucrania es parte de Occidente. La OTAN y la UE deberían tratarla como tal

Ucrania es parte de Occidente. La OTAN y la UE deberían tratarla como tal

Ukrinform
Artículo de opinión del ministro Dmytro Kuleba para Foreign Affairs

Desde la disolución de la Unión Soviética en noviembre de 1991, el área que se extiende desde Europa central hasta Asia central se conocía comúnmente como el "espacio post-soviético". La etiqueta siempre ha sido problemática, y 30 años después de su introducción, ha llegado el momento de retirarla. El término implica de manera errónea un grado de coherencia política, social y económica entre un conjunto diverso de países que incluye al mío, Ucrania. Aún más preocupante, su uso alienta a los políticos y al público fuera de esta geografía a ver los países dentro de ella a través de una sola lente.  

Este enfoque reduccionista satisface los objetivos imperialistas del Kremlin. El presidente ruso, Vladímir Putin, no escatima esfuerzos para promover la falsa narrativa histórica de que los ucranianos y los rusos constituyen "una nación"; según los informes, su reciente opus de 5.300 palabras sobre el tema se ha convertido en lectura obligatoria para los militares rusos. Putin desea reunir a los países de la ex Unión Soviética y revertir lo que él llama la "mayor catástrofe geopolítica del siglo XX". Pero, para millones de personas en toda la región, el colapso de la Unión Soviética no fue una catástrofe. Fue una liberación. 

Inmediatamente después de 1991, una historia compartida si unió a los países que emergieron de los escombros de la Unión Soviética. Pero sus trayectorias divergentes en las décadas posteriores hacen que esa experiencia común sea cada vez menos relevante. Los países occidentales deben dejar de verlos simplemente como un espacio postsoviético. Pero si esta construcción geopolítica está desactualizada, ¿qué marco debería reemplazarla? ¿Y qué cambios requeriría el cambio de política exterior de Estados Unidos y de sus aliados? En el caso de Ucrania, sobre todo, reconocer la nueva realidad significa institucionalizar el lugar del país dentro de Occidente. Es hora de que Estados Unidos y Europa establezcan una hoja de ruta clara para que Ucrania finalmente se adhiera a la OTAN y la Unión Europea.   

EL ARCO DE LA HISTORIA  

A mediados de la década de 1980, el programa de reforma de la ‘glasnost’ y la ‘perestroika’ del líder soviético, Mijaíl Gorbachev, desencadenó fuerzas centrífugas dentro de la Unión Soviética. Las repúblicas constituyentes se esforzaron por escapar de la órbita de Moscú, recuperar sus identidades nacionales y encontrar sus propios caminos para superar las dificultades económicas. Habiendo sido soberanos antes de su captura por la fuerza por parte del Kremlin, estas naciones volvían a un equilibrio natural. Para 1991, para sorpresa de muchos políticos occidentales, el proceso estuvo completo: la Unión Soviética se disolvió y en su lugar había 15 Estados independientes. 

Desde entonces, el ritmo del cambio no ha sido el mismo entre los países. Algunos, como Belarús, han retrasado y han intentado conservar su herencia soviética; otros hicieron el máximo y más rápido posible salto. Los Estados bálticos y las naciones del antiguo Pacto de Varsovia hicieron caso omiso de su pasado soviético y tomaron medidas para integrarse con la OTAN y la UE ya en la década de 1990, completando el proceso en 2004, justo antes de que el imperialismo ruso comenzara a resurgir. Lamentablemente, Ucrania y Georgia perdieron la oportunidad de ese momento histórico. Ambas quedaron afuera, y ambas sufrieron posteriormente los ataques militares rusos, a costa de vidas y territorio.  

Durante las últimas dos décadas, Putin ha intentado restaurar el control de Moscú en toda la región, violando fronteras internacionalmente reconocidas en el proceso. Pero el Kremlin no ha podido dar vuelta atrás al reloj. Al tratar de doblar el arco de la historia en su interés, Putin solo ha fortalecido las fuerzas a las que pretendía someter. Esta dinámica se hizo evidente después de la invasión rusa de Georgia en 2008, y más aún después de su ataque de 2014 contra Ucrania. 

El Kremlin había estado ejerciendo presión sobre Kyiv mucho antes de esta incursión. La persistente intimidación de Putin, combinada con la decisión imprudente del presidente ucraniano, Viktor Yanukovych, de ceder ante Moscú y revertir el curso pro-europeo de los gobiernos anteriores, desencadenó las protestas a finales de 2013 que se convirtieron en la Revolución de la Dignidad de Ucrania. Después de que Yanukovych ordenara a la Policía que disparara contra los manifestantes, lo que provocó más de 100 muertes, el pueblo ucraniano le obligó a dejar el cargo. Rusia invadió Crimea en unos días. Pero los ucranianos ya habían cambiado irreversiblemente la trayectoria de nuestro país, asegurando que ningún gobierno de Kyiv consideraría jamás tratar a sus ciudadanos con la mano dura que los gobiernos de Rusia y Belarús usan contra sus ciudadanos en la actualidad.  

Este año se celebra el 30º aniversario de la independencia de Ucrania. Millones de jóvenes ucranianos no han vivido un solo día en la Unión Soviética y muchos de ellos ahora tienen sus propios hijos. La idea de un "pasado soviético común", que ya se está desvaneciendo entre las generaciones anteriores, significa poco para ellos. Estos jóvenes han vivido dos revoluciones, primero la Revolución Naranja de 2004 y luego la Revolución de la Dignidad de 2014, así como la guerra en curso contra Rusia. Para ellos, Ucrania nunca ha obtenido la independencia; siempre ha sido independiente. 

CONTRA LAS ESFERAS DE INFLUENCIA  

En Ucrania y en otros lugares, se procederá a cortar los lazos con Moscú sin importar lo que Putin o miembros de su entorno tengan que decir al respecto. Por lo tanto, Estados Unidos y sus socios occidentales tienen la oportunidad de elaborar una ambiciosa estrategia en la región, con políticas específicas adaptadas a las circunstancias de los países y bloques individuales.  

En el caso de Ucrania y Georgia, el avance hacia la adhesión a la OTAN debería ser una prioridad absoluta. La propia OTAN declaró en su comunicado de la cumbre de Bucarest de 2008 y reafirmó en Bruselas este año que este resultado es inevitable. Ambos países ya participan en las actividades de la OTAN como socios de oportunidades mejoradas. Junto con Bulgaria, Rumania y Turquía, las contribuciones de Ucrania y Georgia son fundamentales para garantizar la seguridad en el mar Negro. Rusia se está volviendo cada vez más agresiva en la región: está interrumpiendo las rutas comerciales e interfiriendo con la libertad de navegación, aumentando sus capacidades convencionales y nucleares en la Crimea ocupada y utilizando el territorio como un centro logístico para sus actividades militares en el Medio Oriente. 

Más allá de la cooperación en materia de seguridad, Ucrania y Georgia se han comprometido a profundizar su integración económica y política con Europa. Junto con su homólogo de Moldavia, los ministros de Asuntos Exteriores de los dos países establecieron el “Trío Asociado” en Kyiv a principios de este año con el propósito expreso de lograr finalmente una adhesión a la UE. Para Europa, comprometerse con el grupo es una oportunidad para mejorar la posición global de la UE, ampliando el alcance de sus valores democráticos y fortaleciendo su fuerza económica. Para Estados Unidos, esta cooperación cada vez más profunda contribuirá a los objetivos de la administración Biden de apuntalar la unidad transatlántica y fortalecer la frontera oriental de la Europa democrática. 

Las capitales occidentales también tienen la oportunidad de avanzar en otros países donde Moscú históricamente ha dominado. Los vecinos de Georgia en el Cáucaso, Armenia y Azerbaiyán, merecen una consideración especial. Si se logra mantener estas relaciones correctamente, contribuirá en gran medida a mejorar la confianza entre Occidente y Turquía, un importante aliado de la OTAN. Rusia ha tratado de fortalecer su control posicionándose como un pacificador y mediador de las disputas de la región. Pero la inesperada reelección del primer ministro armenio, Nikol Pashinián, un líder inclinado al equilibrio en lugar de ceder ante las potencias extranjeras, y la alianza entre Azerbaiyán y Turquía dan a Occidente una oportunidad de limitar la influencia de Rusia. 

En Asia Central, la propia experiencia de Ucrania es una prueba del control resbalado de Rusia. Moscú ha intentado bloquear el acceso de Kyiv a la región desde 2014, pero hemos encontrado formas de evitar la obstrucción. Nuestros persistentes esfuerzos para restaurar lazos comerciales tradicionalmente fuertes, desarrollar proyectos de infraestructura, invitar a las diásporas y brindar oportunidades para que los estudiantes estudien en Ucrania están comenzando a dar sus frutos.  

Incluso en Belarús, es poco probable que la presión democrática aparezca a largo plazo, la que dé lugar a una apertura para Occidente a pesar de los esfuerzos de Aleksandr Lukashenko, respaldado por el Kremlin, por afianzarse como presidente.  

Rusia sigue siendo una potencia regional fuerte. Pero, desde Minsk en el oeste hasta Ulán Bator en el este, Moscú ha perdido hace mucho tiempo su monopolio en la influencia política. 

La proximidad geográfica de ningún país a Rusia debería restringir las estrategias de Washington o Bruselas. Después de todo, las preocupaciones sobre las fronteras comunes no han limitado a China, que ha forjado fuertes vínculos con varios países que históricamente han pertenecido a la esfera de influencia de Moscú. Al mismo tiempo, Estados Unidos y sus aliados europeos deberían descartar la idea de que, al cooperar con el Kremlin, pueden evitar que una asociación ruso-china se vuelva más estrecha. Moscú ya ha estado dentro de la órbita de Pekín, y probablemente ya tiene cuidado de no acercarse aún más a una China mucho más poderosa.  

El OCCIDENTE UNIDO  

La adhesión de Ucrania a la OTAN y la UE no solo reforzará el progreso en Ucrania, sino que también ayudará a unir a Occidente una vez más.  

Como agente en Europa central y oriental y en el mar Negro, Ucrania tiene mucho que ofrecer como parte de la OTAN en materia de seguridad regional. Las capaces fuerzas armadas del país tienen una experiencia de combate invaluable en la lucha contra las tropas rusas desde su invasión de 2014. Ningún miembro actual de la OTAN posee tal experiencia o el conocimiento que acarrea. Cuando se trata de ciberseguridad y lucha contra la desinformación, pocos países pueden rivalizar con la capacidad de Ucrania de identificar y contrarrestar las tácticas rusas. 

Ucrania también tiene un papel fundamental y la desempeña para garantizar la independencia energética de Europa. Durante décadas hemos sido un país de tránsito confiable para el suministro de gas a Europa. Planeamos seguir siéndolo, a pesar de los intentos de Rusia de pasar por alto el sistema ucraniano [de transporte de gas, ed.] con proyectos como el gasoducto Nord Stream 2. Ucrania ofrece la ventaja de su infraestructura energética única, que incluye las terceras instalaciones subterráneas de almacenamiento de gas más grandes del mundo y 22.991 millas de tuberías. Con su enorme potencial para producir hidrógeno verde a partir de la energía solar y eólica, Ucrania está bien posicionada para contribuir a la transición verde de Europa. Otros elementos de la economía de Ucrania también son muy prometedores, desde su demostrada capacidad de digitalización hasta un sector agrícola con el potencial de garantizar la seguridad alimentaria mundial. 

A pesar de todo el avance que ha logrado hacer Ucrania hasta ahora, el país aún necesita más reformas. Los esfuerzos para erradicar la corrupción pertenecen a esta categoría. El gobierno ya ha logrado avances significativos, incluida la implementación el mes pasado de una ley histórica de reforma agraria, previamente estancada durante dos décadas, que aumentará la transparencia e impulsará la economía. Finalmente, este verano se aprobaron otros proyectos de ley cruciales para limpiar el poder judicial, otorgando a los expertos internacionales un voto decisivo en el proceso de elección de magistrados, evitando aquellos con dudosa reputación. Somos realistas sobre cuánto más queda por hacer para acabar con la corrupción en el sistema judicial, los sectores de defensa y seguridad y otras instituciones. Pero la fuerza de la voluntad política actual es claramente evidente en estos valientes pasos recientes, tomados a pesar de la enorme resistencia de los intereses creados. 

Bajo el liderazgo del presidente, Volodymyr Zelensky, Ucrania está plenamente comprometida con acelerar los esfuerzos de reforma de acuerdo con las expectativas de sus socios europeos y transatlánticos. Esto es lo que quiere el pueblo de Ucrania, que ha pagado un alto precio defendiendo su elección. El barrido de la historia también parece ahora estar de su lado.  

Pero los propios esfuerzos de Ucrania no tendrán éxito sin el fuerte apoyo por parte de la UE, la OTAN y los Estados miembros de las dos organizaciones. Los pasos que demos deben ser recíprocos, con todas las partes trabajando hacia el objetivo de la adhesión de Ucrania a ambas organizaciones. Estados Unidos y Europa deben reconocer que Ucrania es parte de Occidente. Solo entonces será evidente que nuestros esfuerzos actuales no hayan sido en vano. 

Artículo original

AV


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